Noticias País, Santo Domingo, República Dominicana – El aroma del bacalao guisado o de las torrijas impregnadas en canela y miel inunda las cocinas dominicanas cada Viernes Santo, pero más allá del sabor, esta tradición encierra un acto de fe que trasciende generaciones.
Aunque en ninguna parte de la Biblia aparece expresamente prohibido el consumo de carne roja durante la Semana Santa, millones de cristianos en todo el mundo —incluyendo miles en República Dominicana— optan por evitarla cada Viernes Santo como una forma simbólica de rendir homenaje al sacrificio de Jesucristo.
El motivo no es gastronómico, sino espiritual: ese día se recuerda la crucifixión de Jesús, y la abstinencia de carne se interpreta como un acto de recogimiento, duelo y renuncia, un pequeño sacrificio personal en memoria del dolor vivido en el Gólgota.
Esta práctica, que tiene raíces en las enseñanzas de la Iglesia Católica, se ha mantenido viva por siglos a través de la costumbre y la transmisión oral familiar, más que por un mandato escrito en las Sagradas Escrituras. Es una expresión cultural de fe que, aunque no impuesta desde la Biblia, ha calado profundamente en las comunidades cristianas como una norma tácita de respeto y devoción.
Desde hoy, como cada Viernes Santo, las mesas se llenan de recetas alternativas a la carne roja. El pescado, especialmente el bacalao, se convierte en protagonista. También el salmón, la merluza o la lubina ocupan un lugar especial en los platos, mientras que las legumbres, vegetales y mariscos ofrecen variedad a quienes buscan mantener la abstinencia sin descuidar el sabor.
El chef español Alberto Chicote, reconocido por su pasión por los sabores tradicionales, ha compartido su truco personal para preparar las mejores torrijas de Semana Santa: una combinación de leche infusionada con cáscara de limón y un buen remojo en huevo antes de freír, elementos que elevan esta receta humilde a una delicia celestial.
Y aunque esta costumbre se manifiesta de maneras distintas según cada cultura, su esencia permanece intacta: vivir el Viernes Santo con respeto, sencillez y reflexión. Un gesto que transforma la rutina alimentaria en una declaración de fe silenciosa, sin necesidad de sermones ni imposiciones.
Los ciudadanos, por tanto, están invitados no solo a ajustar su menú, sino también a sumarse al espíritu de recogimiento que representa este día en el calendario cristiano.